sábado, 30 de julio de 2016

ACTIVIDAD FÍSICA Y DISCAPACIDAD. UN CAMBIO EN LAS ACTITUDES

Lic. José Luis Colaciuri: Profesor Nacional de Educación Física. Lic. en Gestión del Deporte por la Universidad Nacional de Tres de Febrero - UNTREF. Diplomado y Especialista en Educación y Nuevas Tecnologías por la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales - FLACSO. Argentina. 25 años de desarrollo profesional en Discapacidad y Actividad Física.


Palabras claves: Discapacidad; actividad física, actitudes, entornos inclusivos.

¿Qué vemos o qué queremos ver, cuando nos cruzamos con una persona con discapacidad? En un ámbito, educativo, deportivo, formal o no formal.

Para reflexionar se podría utilizar la metáfora del vaso “medio lleno o medio vacío”, ¿En qué mitad voy a centrar mi atención?, ¿Cuál será mi actitud al momento de generar estrategias de inclusión?, ¿Qué le ocurre al común de las personas, al momento de participar en un entorno inclusivo? ¿Qué verá? Denominamos entorno inclusivo a aquel que permite la participación de todas las personas, tengan o no discapacidad en un espacio común. Pensar en esta mirada, quizás nos permita avanzar un poco sobre nuestras prácticas cotidianas, y no solo sobre la mirada docente, sino en la de todos nosotros, en aquellos que conformamos el conjunto de la ciudadanía.
Todos requerimos de apoyos para lograr nuestros objetivos, algunos menos y otros más, el tema es pensar que necesita cada uno para garantizar el acceso a la participación activa de todos.

Pero esta forma de participación, no siempre es interpretada en forma tan taxativa, hay un punto en el que el concepto de equidad, no es contemplado por los usos y costumbres. Son muchas las leyes y los artículos que hacen referencia a la necesidad de pasar de la integración a la inclusión, de educar con igualdad de oportunidades, etc., pero pareciera que aún, a la sociedad en general, esta concepción no le llega, no le alcanza, pareciera no ver como posible su práctica cotidiana. 

La persona con discapacidad a menudo es percibida desde distintas concepciones, que van desde la prescindencia como se pensaba en la antigüedad, o la percepción de que son personas en situación de enfermedad a las que hay que curar, o bien la de ser portadores de cualidades extremas, extremo amor, extrema resiliencia, extrema superación etc. Características y distinciones que por lo general pretenden destacar una condición especial. 

La generalización de este concepto lleva a menudo a pensar, que la personas con características diversas debieran recibir atención solo en lugares especializados. Los ámbitos formales y no formales, en donde se practican actividades físicas no escapan a estos preconceptos, y es quizás, a partir del “contacto directo” (Allport, 1954), sistemático y continuo, en donde se empiezan a producir cambios significativos, cuando la comunicación se torna natural y el encuentro entre personas con y sin discapacidad no requieren de esfuerzo alguno, es cuando se disminuyen las tensiones y a veces solo se trata de la manera en cómo posicionarse para romper estas barreras y que tipo de actitud se tomará al momento de generar entornos inclusivos. Se trata de pensar en estrategias que generen acciones positivas en los grupos, que puedan enriquecerse a través de la misma diversidad humana, en resumen, para ello se necesita un cambio en las actitudes de todos.

Pero ¿Qué son las actitudes?

La actitud es:

“Una serie de creencias cargadas de emoción que predisponen a la persona a ciertos tipos de comportamientos” 
(Sherrill 1998, p.7).

Es decir que se trata de creencias previas, aquellas que las personas tienen como veraces y sobre las que en este caso es necesario intervenir, para poder transformar aquellos comportamientos negativos en positivos y productivos.

Para Ruiz (2002)
“las actitudes tienen tres componentes: a) Cognitivo: las ideas o creencias que tenemos a priori. b) Afectivo: las emociones que tenemos asociadas a esas ideas. c) Conductual: cómo nos comportamos frente a los componentes anteriores.”

También resulta interesante reflexionar sobre cómo pueden ser vistos quienes trabajan generando entornos inclusivos, ya que muchas veces nuestras acciones también dependen de la mirada del otro.

“Un individuo tendrá la intención de realizar una conducta dada cuando posee una actitud positiva hacia su propio desempeño en la misma y cuando cree que sus referentes sociales significativos piensan que debería llevarla a cabo”.
Fishbein (1990)

Muchas veces la propia inseguridad de no saber cómo abordar un tipo de desafío, lleva a menudo al abandono prematuro. Deberíamos reforzar las actitudes positivas y producir el efecto contagio, ya que este efecto, incentiva el diálogo, la pregunta y la búsqueda de respuestas.

“La discriminación y los prejuicios hacia un grupo minoritario pueden reducirse por el contacto directo entre individuos, produciendo cambios en las actitudes”
(Allport, 1954).

El efecto del contacto directo progresivo produce un cambio significativo en las personas, reduce los preconceptos y atenúa la tensión frente a lo desconocido, cuanto más tiempo se comparta en grupos de características diversas menores efectos discriminatorios se obtendrán. Al respecto, Allport señala 4 postulados importantes a tener en cuenta a la hora de mejorar el contacto directo: El primero: “La importancia de la igualdad de status dentro del grupo”. Si los procesos inclusivos solo van a ser un “como sí”, es decir hagamos de cuenta que la persona con discapacidad participa mirando, esto no es respetar la igualdad de status, si el rol para todos es el de alumno, atleta, participante etc., la persona con discapacidad no debiera tener como única tarea ser quien cuenta el puntaje, u otro rol distinto. El segundo postulado “La formulación de objetivos comunes”, los participantes de cualquier actividad en conjunto deberían recibir los apoyos necesarios para cumplir el requerimiento en condición de equidad. El tercero “La cooperación entre los individuos”, resulta indispensable fomentar las actitudes positivas que cooperen en la conformación de espacios diversos. Y el cuarto, “El apoyo necesario a nivel institucional y legislativo”, sin este apoyo resultaría quijotesco producir cambios en los entornos, no son imposibles, pero si son difíciles de concretar y sostener.

El contacto directo no tendría sentido, si no se produce de manera frecuente y sistemática ya que, si las estrategias de inclusión no pueden sortear el obstáculo, de perseguir fines de sensibilización, a transformarse en una práctica formativa cotidiana, no se puede esperar que tengan un efecto modificador sobre la actitud de todos a largo plazo. Cuanto más prolongado sea el contacto directo entre personas con y sin discapacidad se reducirán las barreras que obstaculizan este proceso de encuentro y tendremos mayores probabilidades de que se produzcan actitudes positivas a la hora de realizar una actividad inclusiva.

La reducción de barreras no es solo un “término” que ha adquirido trascendencia en los últimos años al adecuar y ajustar los diseños arquitectónicos, esto es importante, pero no deberíamos omitir las barreras simbólicas, aquellas que reproducen el rechazo, los estereotipos y todas las formas discriminatorias. Según la 5° conferencia internacional de Ministros y altos funcionarios encargados de la educación física y el deporte (MINEPS V) celebrada en la ciudad de Berlín, en mayo del 2013, en el marco de la UNESCO, los ministros se comprometen y recomiendan, la importancia de promover la inclusión y generar actitudes positivas eliminando todo tipo de barreras.

1.23 - Se comprometan a reducir las barreras sociales, físicas y de comportamiento y promuevan la inclusión sensibilizando sobre los derechos y las capacidades de todos los niños y adolescentes mediante la educación y los medios de comunicación, luchando contra los estereotipos y compartiendo ejemplos positivos; (MINEPS V, 2013)

La reducción de barreras no debería ser solo un tema inherente a la discapacidad, sino un hábito común que beneficia a todos los integrantes de una sociedad.

Para terminar, se podría decir, que las prácticas inclusivas no son simplemente agrupar a personas con discapacidad en actividades con sus compañeros sin discapacidad, se trata de producir un cambio significativo en donde todos los participantes puedan valorar la diversidad, enriqueciendo sus vidas al compartirlas con personas de distintas características. Para ello se requiere de un cambio en la mirada, un cambio en la actitud de todos.

¿Qué ves cuando me ves? (Divididos, 1993)

Fuente: http://www.proyectuales.net/

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