Gabriel Copola: Licenciado en Educación Física por la Universidad Nacional de La Matanza - UNLaM. Docente de la cátedra Introducción a la Educación Física Especial en UNLaM y en la Delegación San Fernando de la Universidad de Luján. En su carrera como deportista de tenis de mesa en silla de ruedas alcanzó el 5° puesto en la clase 3 del ranking "ITTF Para Table Tennis". Actualmente se encuentra en el puesto 11°. En los Juegos Parapanamericanos de Guadalajara 2011 obtuvo dos medallas de oro.
Voy a hablar de una persona que tiene una discapacidad física, que utiliza una silla de ruedas para desplazarse y no voy a decir que es un ejemplo de vida y superación. Gustavo Fernández no solo desafía a sus contrincantes sino que nos reta como sociedad a replantearnos la discapacidad como una situación de limitación o la discapacidad y el entorno que no responde a las particularidades de cada individuo.
Nuestra sociedad se encuentra empapada por un ambiente de individualidad y competitividad que se expanden cada día más y atraviesa de esta forma sentimientos de desigualdad en todo tipo de competencia con el afán de triunfo.
Las personas con discapacidad carecen de la oportunidad de participar de juegos y actividades que atraviesan un mismo fin, “ganar”. Ganar sin solidaridad, respeto, y lealtad, nos hacen creer que el segundo no sabe jugar. De esta manera me pregunto ¿qué sucede con la persona que, por cualquier razón, no juega de forma normal? (refiriéndome a normal solo en términos estadísticos de la media poblacional). El habilidoso siempre juega, el que juega mal llevará la pelota, quien tenga exceso de peso irá al arco; y… ¿Quien no puede ver? ¿Quien no puede caminar?
Aquella persona que tiene una discapacidad física (sí, dije persona con discapacidad física y no sucede nada malo) por la cual no puede jugar como se supone, carece de “potrero”. El principal desafío de la educación física en tiempos de diversidad es lograr que todos jueguen de la forma que cada cual pueda realizarlo, potenciando las capacidades físicas y principalmente brindando herramientas que componen a una sociedad con sus normas, respeto y solidaridad.
De qué manera me enfrento a un deportista que simplemente no puede ejecutar la acción de caminar si su destreza logra minimizar cada sensación de inferioridad ante el medio que lo rodea. Tanto Gustavo Fernández, como muchos otros grandes atletas, se encargan día a día de desarrollarse en plenitud mediante el deporte, haciendo de este un estilo de vida.
Son los actores principales en exponer a la sociedad, en respuestas que no llenan las necesidades de alguien que simplemente no puede caminar, pero que además es muy bueno en otras actividades, por lo cual el principal desafío se convierte en ofrecer las mismas oportunidades y los accesos necesarios para naturalizar otra manera de hacer las cosas. Mediante el deporte socializamos la discapacidad, para los medios masivos son la “gran nota” de superación, para Gustavo claramente es salir a la calle y disfrutar de lo que más le gusta hacer.
Por tal motivo, no me siento capacitado para juzgar a una persona como ejemplo de vida cuando simplemente explota su arte en la máxima expresión para satisfacer objetivos personales y de esta forma ser el mejor atleta que pueda ser con las energías puesta en lo que vendrá y no en lo que se perdió.
Qué poco capaz me siento de juzgar a una persona como ejemplo de vida cuando simplemente vive, proyecta su vida, hace de su arte una esencia, se enoja, sufre por su equipo, reniega por sus fallidos, sonríe, baila y juega y juega muy bien. Para mi absolutamente es una persona, una persona feliz.
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