El cirujano Basilio Torres quedó parapléjico luego de un choque mientras viajaba en una ambulancia; adaptaron el quirófano y regresó a la actividad en Salta.
Es cirujano, pero no puede pararse de una silla. Al urólogo Basilio Torres esa idea no le pesa cada jornada cuando entra al quirófano del hospital San Vicente de Orán (Salta) o de la clínica privada donde trabaja. "Primero tenía dudas, no sabía si iba a poder, pero una vez que regresé; ya está", dice a LA NACION.
A las 3 de la mañana del 24 de diciembre de 2011 la ambulancia en la que iba Torres chocó en Pampa Blanca (Jujuy). Quedó tendido en el asfalto y advirtió que la lesión era grave; no sentía el cuerpo de la cintura para abajo.
La sospecha se confirmó con los primeros estudios: lesiones en la columna dorsal y traumatismo en la médula. Pasó varias cirugías y estuvo un año en el instituto Fleni, en Buenos Aires. "No pude recuperarme; desde el ombligo para abajo no tengo funcionalidad", describe e insiste en que, desde la madrugada del accidente, su esposa Cecilia no se separó más de él.
El nDoctor Torres y todo el equipo de cirugía |
Cuenta que en el Fleni todo fue "muy difícil; tristeza, angustia, la pelea por la rehabilitación" y el tener que aceptar que la esperanza de volver a caminar no se concretaría. "Uno tiene cada mambo -agrega entre risas-, pero en el tratamiento te dan vuelta la cabeza, no sólo te preparan en la parte motriz".
Torres tuvo que aprender a ser un paciente. "Acá no sos médico", le repetían en el Fleni. En noviembre de 2012 regresó a Orán en silla de ruedas y, a la semana, estaba en el hospital. Aunque las autoridades analizaron jubilarlo, volvió al consultorio y empezó a reinsertarse. "Todos me ayudaban, estaban presentes -continúa-. A veces querían facilitarme las cosas hasta por demás".
Aunque llevaba 30 años de cirujano, no volvió al quirófano después del accidente; se quedó en el consultorio. Fue su colega, el cordobés Alberto Minetti el que un año después del accidente empezó a alentarlo y animarlo para que retomara las operaciones.
"Primero dudé. No sabía cómo. Los quirófanos no están preparados", señala. Con Minetti y el personal de maestranza del hospital pusieron en marcha las adaptaciones necesarias que, básicamente, pasan por bajar la altura de la camilla para que se pueda trabajar desde la silla de ruedas.
En abril del 2013 entró de nuevo al quirófano con Cecilia como asistente personal que se sumó al equipo de cirugía. "Las primeras veces tenía vergüenza porque todos me miraban -sigue-, pero es normal". La esterilización se resuelve "fácil": las ruedas de la silla "se tapan como si fuera un auto de Fórmula 1; una sábana estéril cubre el resto y yo llevo una bata más grande".
Solidaridad
Torres es formoseño, estudió Medicina en la Universidad Nacional Noreste y en 2007, por cuestiones laborales, se radicó en Salta. Tiene 59 años y dos hijos, Ricardo y Florencia. Durante la conversación insiste en que sin el acompañamiento de la familia no hubiera superado la crisis. El accidente les cambió la vida a todos; Cecilia abandonó su trabajo como licenciada en Marketing y se dedicó a acompañarlo y asistirlo.
En su readaptación dejó de hacer "cirugías profundas" que trabajan sobre el riñón porque el paciente -de costado- queda alto. En el equipo sugirieron instalar un espejo pero Torres tiene en claro que "por alimentar" su ego "no iba a poner en riesgo a una persona".
Asegura que nunca, ningún paciente puso reparos en operarse con él. "Todo lo contrario, hasta se sacan fotos. La relación con el médico en el norte es diferente, hay mucho respeto y confianza".
Con humor, relata que en vez de "Dr Quincy" -como el de la serie de los '70 protagonizada por Jack Klugman- él es "Dr. Quiqui" porque muchas veces tuvo temor de caerse, de perder el equilibrio.
Su esposa es la encargada de asegurarlo con cinturones cuando entra al quirófano. "Es mental, porque a veces no me los pone y no pasa nada simplemente porque no me doy cuenta", apunta.
Reitera que Minetti fue el principal responsable de empujarlo a superar las limitaciones y a confiar en que podría operar de nuevo. "No paró hasta que me decidí porque él, como yo, somos enamorados de la cirugía, de lo que hacemos".
Fuente: La Nación
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